La búsqueda de la identidad en la adolescencia es un asunto clave al que, antes o después, se enfrentan todos los jóvenes. Gracias al distanciamiento con su entorno familiar, el adolescente puede iniciar una búsqueda de sí mismo. Ya que los cambios psicológicos y sociales le pondrán en situaciones de tener que construir su identidad personal. A la vez que tendrá que hacer frente a nuevas formas de vida.
Existen una serie de elementos asociados a la elaboración de la identidad. Conocerlos ayuda a comprender el proceso por el que pasa el adolescente.
Toma de conciencia de uno mismo: autoconcepto
El adolescente descubre en sí mismo un mundo interior de pensamientos, deseos, sentimientos que se convierten en su centro de preocupación. El poder tomar conciencia de todo esto está condicionado por el nivel de autoestima. Este, va a depender de aspectos como, por ejemplo, la imagen de su propio cuerpo. Cuanto más satisfecho y más placer haya sentido el adolescente con su cuerpo, más fácil es que pueda explorar la cantidad de deseos, pensamientos y sentimientos nuevos o de elevada intensidad que aparecen en esta etapa de su vida.
Independencia y autonomía
La adolescencia marca el paso de una vida dependiente a una vida autónoma. En este momento, la emancipación de la familia juega un papel fundamental. El afecto y calor que de niño reclamaba, ahora lo siente como una traba para asegurar su autonomía.
Este proceso de búsqueda de la identidad en la adolescencia no es fácil. Es algo que se va construyendo con el tiempo. Y, en donde el propio adolescente tiene sus miedos y dudas respecto a su capacidad para afrontar la vida de forma adulta. En este momento, es importante que el adolescente pueda sentirse orgullo de su capacidad de dominio sobre el mundo y sobre sus cosas.
Adopción de decisiones respecto a la vida
El adolescente debe tomar decisiones importantes respecto a las exigencias de la sociedad en cuanto a la elección de su futuro. Escoger profesión cobra especial importancia en esta etapa. Esta decisión puede verse afectada por el status social y familiar. Incluso puede encontrar el rechazo o desaprobación por parte de su familia. Es fácil que puede verse afectada por las posibilidades económicas. Y que esto le obligue a modificar su primera opción. O, también, puede verse afectada por el estímulo y el apoyo de los padres.
Crisis de identidad
En la adolescencia, la “crisis de identidad” es una fase normal del desarrollo de la persona, y así hay que entenderla, como una nueva forma de vivir y sentir la realidad. Supone una reorganización y reestructuración de la personalidad. Y, aunque pueda parecer lo contrario, es potencialmente constructiva y necesaria. ¡Sí! En todas las situaciones o conflictos que exijan tomar una decisión o una reorganización, como es el caso de los adolescentes.
Como padres, debemos acompañar a nuestros hijos en esta nueva etapa y proporcionales el contexto adecuado para su desarrollo. Asumiendo el cambio de niño a adolescente, el alejamiento que ellos necesitan de la familia y facilitándoles la adopción de responsabilidades y libertades adecuadas a su edad.
El desarrollo de la creatividad en los niños y niñas, ayuda, entre otras cosas, a que se conviertan en adultos con más herramientas para crecer, sentirse bien y ser felices.
El arte es una forma de expresión que aporta muchos beneficios a los niños y niñas, entre los que podemos destacar los siguientes:
Mejora de la comunicación.
La pintura, por ejemplo, puede convertirse en una excelente forma de comunicarse con los demás y con uno mismo. A los niños y niñas pequeños, sobre todo, les resulta más sencillo dibujar una idea que expresarla con palabras.
Aumento de la autoestima.
Los niños y niñas pueden elaborar pinturas, esculturas, dibujos o hacer teatro o danza, por ejemplo. Todas estas actividades les ayudarán a sentirse realizados y a ver el resultado de su trabajo. El refuerzo de su autoestima es fundamental para que se sientan bien y se desarrollen de forma sana.
Impulso de la creatividad.
Las actividades infantiles enfocadas en el arte son un impulso para su creatividad e imaginación.
Formación de su propio criterio.
Los niños y niñas pueden visitar museos, ir al teatro, al cine o a espectáculos de danza, entre otros, e ir formando un criterio propio sobre lo que les gusta y lo que no y sobre la obra de determinados autores.
Incremento de la concentración.
Crear un dibujo o pintar son actividades que requieren concentración y esa concentración beneficiará a los niños en todos los ámbitos de su vida presente y futura.
Ayuda a la coordinación.
Elaborar una pintura o un dibujo, por ejemplo, requiere una coordinación mano-ojo que favorece la motricidad de los niños y niñas.
Conocimiento de la historia.
Cuando los niños y niñas estudian arte en el colegio descubren su pasado y todas las expresiones artísticas que existían, esto les ayuda a conocer la historia y a tener interés por ella.
Aprendizaje de valores.
El arte para niños y niñas ayuda a que aprendan valores como el esfuerzo o la dedicación, que podrán enriquecer otros aspectos de su vida.
Uso de los sentidos.
Hay dos sentidos que se pueden desarrollar especialmente en los niños y niñas con el arte: el tacto y la vista. Una buena idea para fomentar el interés por la expresión artística, es impulsar que hagan esculturas o cuadros con sus propias manos. Notarán el tacto de la pintura o del barro, y se divertirán.
Fomentar la resiliencia es posible desde la infancia. No es necesario que pasen más años para que el pequeño adquiera esta valiosa actitud.
Recordemos que la resiliencia es esa capacidad que le permite al ser humano mantenerse a flote frente a las adversidades , superarlas y fortalecerse a partir de ellas. Los problemas de los niños son, por supuesto, de una dimensión diferente a la de los adultos. Pero esto no quiere decir que no se pueda fomentar la resiliencia.
Aquí te compartimos la lista de consejos que te ayudarán a fomentar la resiliencia en los niños. Se trata de acciones simples, seguro que un niño te agradecerá toda la vida que le ayudes a ser más resiliente.
1. Enséñale a hacer amigos
Para fomentar la resiliencia es necesario que le enseñes a hacer amigos. El aislamiento es un factor que promueve la inseguridad y el miedo. Un niño aislado es un niño al que prestar atención. Piensa que no todos los niños cuentan con una gran habilidad para manejarse socialmente, así es bueno que les echemos una mano en esta tarea.
¿Cómo enseñarle a hacer amigos? Con cuidado, no contar con amigos puede ser un tema muy sensible para un niño. Por lo tanto nunca es una buena idea señalarle como el culpable de esa situación. Si lo hacemos es probable que adopte alguna de estas dos actitudes: encerrarse en sí mismo para protegerse o realizar intentos desesperados y a veces incluso peligrosos para que alguien lo acepte.
Por otro lado un niño que no tiene amigos normalmente es un niño inseguro. Por lo tanto nosotros como adultos tenemos que reforzar esa seguridad diciéndole todo lo que hace bien en contextos sociales. También podemos corregirle, pero centrándonos siempre en comportamientos concretos y solo delante de personas en las que el niño confíe.
2. Ayudar a los demás
La solidaridad y la cooperación son fundamentales para el desarrollo emocional. Si el niño aprende a ayudar a los demás, se sentirá más útil y valioso. También fortalecerá su capacidad para establecer empatía. Esto en el futuro será uno de los pilares de su fortaleza psicológica.
Piensa que la mejor manera de fomentar la ayuda a los demás es con tu ejemplo. Primero ayudándolo a él y de paso promoviendo esa actitud en la familia. El juego también es una vía ideal para que compruebe por sí mismo los beneficios de trabajar en equipo.
3. Que establezca y mantenga una rutina
Establecer una rutina es fundamental para los niños, especialmente para los más pequeños. Les da una sensación de seguridad y de estabilidad. Disminuye sus temores y sus ansiedades porque saben lo que va a ocurrir a continuación. Además, la rutina le permite al niño evaluar si está viviendo “correctamente” o no.
En principio, deben existir horarios para acostarse y levantarse. También los horarios de la comida deben estar muy definidos. Lo mismo debe ocurrir con los tiempos de escuela, de tareas e incluso de descansos. Estos horarios solo deben ser alterados si hay razones de fuerza mayor.
4. Trabajar en su bienestar propio
Si lo que pretendemos es fomentar la resiliencia, el niño tiene que aprender a ser responsable con una motivación en el horizonte: su propio bienestar. Esto no quiere decir que deba cuidarse solo. Más bien que debe pensar en su bienestar físico y emocional cuando esté solo y no tenga el amparo de los padres o adultos de la familia.
5. Aprender a respetar el tiempo de descanso
El descanso es tan importante como el trabajo. Para realizar las actividades de forma adecuada es bueno que el cuerpo esté descansado y la mente despejada. Por ejemplo, de nada sirve estudiar mucho si no dejamos que nuestra mente asimile y procese todo ese conocimiento con el que trabajamos.
Como hemos dicho en los puntos anteriores, es bueno que des ejemplo y tú también respetes el tiempo de descanso. Por otro lado, descansar no significa necesariamente estar sin hacer nada, simplemente en muchos casos podemos lograr sus beneficios realizando actividades que no requieran un gran nivel de atención.
6. Establecer metas
Este es un elemento trascendental. Es bueno que le niño aprenda a fijarse metas razonables en función de sus capacidades y recursos. El hecho de que aprenda a marcarse metas que van a demandarle un esfuerzo, pero que a mismo tiempo puede lograr, va a ser un refuerzo enorme para su autoestima. Ya sea en la infancia o durante toda la vida.
Por otro lado, más que metas de logro, el niño necesita en esta etapa metas de cumplimiento. Esto quiere decir que, por ejemplo, en lugar de pedirle que alcance determinada calificación en la escuela, más bien la meta debe ser que aprenda unas buenas técnicas de estudio y que las ponga en práctica un rato todos los días. Celebra que lo haya hecho. Hazle ver que esto es en sí mismo un gran logro.
La inteligencia emocional es el conjunto de capacidades y habilidades necesarias para identificar tus emociones y las de los demás y saber gestionar dichas emociones de forma adecuada.
Todos tenemos inteligencia emocional, hay una parte innata y otra adquirida. Eso explica porque algunos somos más competentes que otros, porque, aunque inicialmente naces con ciertas habilidades y todos experimentamos emociones, es importante entrenar en el manejo de dichas emociones para ser más hábiles y eficaces en nuestra vida.
Tener inteligencia emocional es escuchar que te dicen las emociones y asegurarte de que puedes autocontrolarte si se están entrometiendo en otras cosas que quieres hacer. Un niño con buena inteligencia emocional tendrá la capacidad de motivarse para conseguir las metas que se han marcado con perseverancia y entusiasmo.
¿Es innata?
Nuestros genes nos definen y nos predisponen a responder de una determinada manera, pero el ambiente que nos rodea también. Cada uno nace con unos recursos emocionales propios, aunque sean más o menos efectivos, sin embargo, tener un ambiente que nos estimula y unas experiencias vitales nos define y nos influye en la toma de decisiones y en nuestro día a día.
Por tanto, una familia que nos ayuda a calmarnos cuando estamos enfadados o unos educadores que nos ofrecen estrategias para resolver conflictos, estimula esa inteligencia emocional infantil y juvenil. En cambio, un ambiente en el que apenas se hable de emociones, en el que no nos ofrezcan herramientas para seguir adelante cuando no nos salen las cosas como esperamos o nos frustramos… generará adultos que les costará manejar con éxito sus emociones, sus relaciones sociales, amorosas y alcanzar el éxito académico y laboral. Entre otras cosas, serán niños/as y/ o adultos/as con más posibilidades de sufrir ansiedad o depresión.
Mitos sobre la inteligencia emocional
1. No existe
La inteligencia emocional ha tenido un especial auge en los últimos años y quizás eso ha generado escepticismo. Si antes no se le daba tanta importancia, es porque no había suficientes estudios que probaran el impacto que podía llegar a tener en la vida de los niños y en las personas. No obstante, que no hubiera estudios científicos tan rigurosos o que sean relativamente nuevos, no le resta valor ni importancia. En realidad, el estudio de las emociones siempre ha estado ahí y puede que valores que en tu vida puede tener un valor más importante o menos, pero es innegable que las emociones existen y que condicionan muchos aspectos de tu vida.
2. Es un aprendizaje académico
Así que leer un diccionario emocional, no servirá de nada si no hay una persona que le dé un significado y un valor. A veces nos sentimos poco preparados para identificar o afrontar las emociones, sin embargo, de una forma u otra todos enseñamos inteligencia emocional, aunque no seamos conscientes. Es imposible no hablar de sus emociones o de las de tu hijo, sin embargo, hay niños que necesitarán más información que otros. No se trata de escoger un momento para darle dar una clase magistral sobre el tema, sino de crear situaciones mediante cuentos, juegos y actividades. Se trata de crear oportunidades, no de forzar charlas.
3. Es cuestión de madurez o de edad
La madurez emocional no es cuestión de edad o de tiempo, sino de aprender a desenvolverte en las situaciones de forma más eficaz, de tal manera que consigas saber qué quieres o qué te gusta y seas capaz de decirlo, de poder controlar tus conductas probando diferentes estrategias y vayas aprendiendo a ser mejor.
Sin embargo, hay personas que tienen una mentalidad más rígida que se limitan diciéndose a ellos mismos: “Yo soy así y así seguiré”, en lugar de realizar cambios positivos en su vida. Es decir, que, al realizar y utilizar siempre los mismos recursos, es muy probable que estén en un círculo vicioso y no consigan avanzar. Aunque te reconozco que muchas veces, no sabemos en qué dirección debemos realizar esos cambios.
4. Tener buena inteligencia emocional se refleja en ser emocional
Ser más sensible a las cosas que suceden en nuestro entorno o ponernos mejor en el lugar de los demás no el único factor relacionado con tener una buena inteligencia emocional. No sólo consiste en identificar emociones, sino en aprender a gestionar dichas emociones y que esas emociones no te controlen a ti ni te desborden en tu día a día o que las emociones de los demás, las acabes asumiendo como propias. Por tanto, ser sensible puede ayudar a identificar esas emociones, pero una persona con buena inteligencia es más que sólo captar emociones, se trata de controlarlas adecuadamente.
Consejos para desarrollar la inteligencia emocional en niños
1. Detecta sus emociones
Nómbralas y ayúdales a describirlas para que puedan reconocerla en otras situaciones. Como ya sabes, el cuento, el juego y las actividades familiares o en la escuela serán determinantes para que tu hijo aprenda de una forma más lúdica y le cueste olvidarlo.
2. Habla de cómo se siente
Ayudarle que aprenda más cosas a través de sus emociones es básico y la única forma de hacerlo es a través del lenguaje. Necesitas conocer lo que le sucede. Sin embargo, muchos niños se encierran en ellos mismos, por miedo a ser considerados más débiles por los demás, les dará vergüenza y se sentirán mal hablando de ello o estarán más expuestos a que les hagan daño.
Por eso, cuando les preguntas cómo se sienten sólo alcanzan a hablarte con monosílabos que no te aportan información: “estoy bien”, “ en el colegio normal” y al final te acabas quedando cómo estabas. Conocer recursos que te permitan explorar más en esas emociones será la clave para que tu hijo o un niño se sienta bien consigo mismo.
3. Valora sus emociones y deja que las exprese
Es importante que conozcan la función de cada uno de ellas y que las expreses para que en un futuro no te bloqueen. Quizás te parezca que sus preocupaciones o lo que les genera tristeza es insignificante. Tienes que ponerte a su nivel y utilizar toda la empatía del mundo para escucharle y ayudarle con ella.
4. Enséñale estrategias para controlar sus emociones
No sirve de nada el “tranquilízate” si nunca le has dado una clave de cómo hacerlo. Es necesario enseñarle cómo debe gestionar cada una de sus emociones y no dar por hecho que simplemente sabrán hacerlo por ellos mismos.